Ser un consumidor responsable es una tarea y un ejercicio diario, por eso en este post quiero compartir una serie de pasos que a mí me están sirviendo para ordenar mi economía, priorizar y evitar las compras por impulso,para así caminar hacia una vida más simple y consciente.
Mis pequeños intentos diarios incluyen:
En el terreno digital: dejé de entrar periódicamente a las tiendas online, cancelando toda suscripción que me incite al consumo irracional e innecesario.
Meditar con un pequeño ejercicio de conciencia muy efectivo:Ya tengo un objeto, cumple su función, está en condiciones. He visto un reemplazo, sólo lo cambiaría porque me gusta su color, su estética, lo vende una amiga, me persuaden a comprarlo, o tengo el impulso de consumirlo porque apareció frente a mí. ¿VALE LA PENA DUPLICAR ESE OBJETO? Desde ya es innecesario. Resultado: Intención de compra suprimida. En los últimos 3 meses, he comprado 5 cosas: 3 por necesidad (reemplazo de ítems que se fueron en el ropero), 2 por impulso, y ya estoy arrepentida de esas dos compras innecesarias, aunque no está bien martirizarse. Es importante recordar esos impulsos para no caer en la misma situación a futuro.
En el campo de la televisión on demand, dejé de angustiarme por las listas autoimpuestas de películas y series por ver. Simplemente, cuando tengo deseos de ver algo en Netflix o semejantes, busco y veo, ya no lo tomo como una tarea sin hacer que me aporta descontento si no avanza.
Cada vez hago menos listas de “cosas por hacer” en forma anticipada. Sólo anoto lo más próximo. (en lo personal y en lo laboral).Es decir, si decidí hacerme un chequeo general en septiembre, recién a principios de ese mes lo incluyo en mis planes. Tiempo al tiempo.
Si bien siempre controlé mis finanzas mensuales, ahora he comenzado a realizar un kakebo mensual, para identificar en qué rubros filtro más dinero, y simplificar el uso que le doy a mis recursos.
Estoy cancelando tarjetas de crédito, hace meses que no consumo en cuotas, y tengo la intención de quedarme sólo con 1 o 2, reservándolas exclusivamente para viajes. Me abruman los pasivos, y tener pocas cosas para pagar nos simplifica la vida también.
Cada dos meses, reviso todo lo que tengo (ropa, materiales, libros, vajilla y demás) y hago circular lo que pasó una temporada sin ser usado.
Ahora, en el camino del aspirante a una vida simple hay cosas a considerar para no llevarse al extremo , o abandonar agobiado el recorrido:
–No hay un número correcto de posesiones o personas, o lo que sea que queramos simplificar. Es muy subjetivo, depende de tu vida y tus circunstancias.
–Querer menos cosas y no consumir inconscientemente no significa ser una persona mezquina. El dinero se aprecia, se necesita y se trabaja por él, pero el destino que se le da es más intencional (experiencias, consumo responsable y de calidad, pocos objetos pero buenos)
–Se puede trabajar sin angustiarse en los puntos más débiles, o simplemente reconocer que hay aspectos en los que uno nunca será minimalista. En mi caso son los libros. Sé que el día que me mude de ciudad o de país no los llevaré conmigo, pero mientras esté acá, me hacen muy feliz, y si bien reduje a ⅓ mi anterior biblioteca, no es de mi agrado la tableta de lectura, y sé que en eso no puedo simplificar.
–Lo que te hace feliz, mientras te haga feliz, debe permanecer con vos. Date tiempo.
–Tener una casa o un armario minimalista no es sinónimo de aburrimiento. Un estilo de vida simple no es aburrido ni clásico. La sencillez es luz.
Tener una intención de vida más simple no implica resignar cosas o reprimirse. Significa elegir lo que quiero y prescindir de lo innecesario.
No tiene sentido que trabajemos sacrificando un precioso tiempo de nuestra vida, para comprar cosas que después no usaremos por falta de tiempo.
Creo que la clave es “no abrumarnos” por todo lo que aún no logramos, por la cantidad de cosas que quedan por depurar, por todo lo no concretado.
Mi intención es mirar más a menudo lo que sí he logrado, entendiendo que este camino se construye día a día, y puede tomar años alcanzar un estado que nos haga sentir livianos, estado que muta según nuestras circunstancias.