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Viajera platónica

Viajera platónica


Estas dos palabras, para una bio-descripción, me van de perlas: VIAJERA PLATÓNICA.

Entre tantas cosas que maquino diariamente, al fin parece que he conseguido amigarme con este concepto. Viajo lo que puedo -y me permite la religión de los millennials- pero nunca me alcanza, y termino por pensar que aferrándome a la idea del movimiento es que hago una suerte de búsqueda espiritual:

¿Anhelo acaso la persona que soy cuando estoy viajando y explorando?

¿O es el viaje en sí mismo lo que me genera el deseo?

Quizás comienzo a pensar que vivo romantizando la idea del viaje constante y -por qué no- del estímulo permanente porque estoy entregada a la tarea de explorar el mundo para, al fin y al cabo, conocerme a mí misma. A veces he llegado a pensar que quizás la razón podría estar en los anhelos sociales y la falsa felicidad de las redes sociales, en el afán de demostrarle a los demás que sos capaz de llegar a la cima de un monte en Ho Chi Minh….pero después me he acordado que me importa absolutamente nada la idea que tengan de mí, y que hago lo que me sale del fondo del corazón, incluso nunca cuento mis planes viajeros porque considero a todo el paquete un acto de descubrimiento personal y un momento de desconexión y conexión al mismo tiempo, que me involucra a mí y a quién lo comparta conmigo…entonces, dudas despejadas mediante…

¿Por qué idealizo el plan de viajar?


En este mister Yoda momento, la respuesta creo haber encontrado al fin: 

Haciendo backups mentales de las situaciones, me he dado cuenta que principalmente lo que rememoro de esos estados de plenitud es la contemplación absurda de la hermosa decadencia de lo cotidiano. Les sorprendería ver cómo me atrae la corrosión de una alcantarilla cualquiera, o una planta (estoy segura que a fin de cuentas termina siendo un yuyo corriente o un trébol de 3 hojas) que crece alrededor de una tubería. Ni hablar de una instalación de chatarra o las miles de paredes intervenidas que me encuentro en cualquier recoveco.

Miro las caras de la gente en el transporte público, la miseria que siempre ronda alrededor del mundo, el cansancio, las expresiones de tristeza, las de alegría, la libertad despreocupada de un adolescente, los olores que a veces me resultan insoportables pero al rato ya me dejan de molestar.

Disfruto emocionarme con un desagüe, comer sentada en la calle algo sin cuestionarme la procedencia, tirarme en el pasto de una plaza cualquiera a horas random y admirar la libertad de ese chico al lado mío que se arremangó el traje y duerme la siesta, o de los dos de más allá que cantan una canción que pensé que sólo yo conocía.

No puedo ser indiferente a esos hermosos detalles decrépitos, es más, los inmortalizo seguramente en una foto y me da nostalgia recordarlos conforme el tiempo avanza.

¡Bendita ruina!

A fin de cuentas el amor platónico que siento por los viajes es la contemplación de lo cotidiano, la observación de lo decadente sin juzgar, la exploración de las realidades y los sentimientos, lo resiliente que me hago a cada paso. He estado en algunos lugares (muchos menos de los que me gustaría aún) y de otros ya estoy imaginando a sus personajes, sus paredes, voy poniéndoles música, pintándoles su arte, sintiendo sus dolores, nostalgias y alegrías por igual…y eso es justamente lo que hace platónica toda la situación que me llevó a empezar a escribir esta suerte de cuestión.

El problema-solución

Mi desafío para lo que resta del año, es hacer como si estuviera en un viaje permanente, desde mi lugar, ser exploradora de todo lo que me rodea y mirar las cosas como una observadora omnipresente. Quiero correrme del eje y no necesitar movimientos bruscos o aviones de por medio para entrar en contacto con la esencia de las cosas.

No me gustaría vivir soñando con la mejor versión de mí misma cuando no estoy en casa, quiero empezar a serlo dónde me toque estar, de momento. Y si no funciona, tal vez descubra mi verdadera esencia, que sospecho, puede estar ligada al movimiento permanente.

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¡HOLA!

Soy Paula, argentina desde mediados del ’89. Entusiasta de recorrer, leer, escribir y comunicar. Creo que el arte salvará al mundo, siento vocación por las letras. Conocé más sobre mí ACÁ.

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